Sunday, October 02, 2011

Jalando el tren.





- Jal'er plomo, jal'er plomo, jal'er plomo, jal'er plomo,... - nos regañaba acompasadamente la señora Evangelista desde su puesto, depositando ordenadamente la red en la playa, ayudada por otra de las mujeres.

- Jal'er plomo, jal'er plomo, jal'er plomo, jal'er plomo,... - nos animaba entonces, como con cariño.

- JAL'ER PLOMO, SURBARAN !!!,... - terminando su grito en una especie de interrogación, al interpelado que se esforzaba en mantener el plomo bien bajito, rozando la arena, en la orilla de la playa.

Entonces gritaba simulando indignación:

- JALEN ER PLOMO CARA' !!!, QUE UDS. NO SIRVEN PA'NA, MUCHACHOS 'ER CARAJO... - seguía animando-regañando Evangelista:

- SURBARAN,... MANTEN EL PLOMO BAJITO !!!...

- COÑO, PERO QUE ESTOY HACIENDO, EVANGELISTA ? !!! - protestaba, Sulbarán, el único "extranjero" del grupo. Luego me enteraría que Sulbarán, es un llanero de Guasdualito, que hace años se afincó en Juangriego.

- DEJEN LA "CORCHA", DEJEN LA "CORCHA", QUE ESA SALE SOLA...

- Jal'er plomo, jal'er plomo, jal'er plomo, jal'er plomo,...

El sol de las 10 de la mañana, no era inclemente, sino un crimen de lesa humanidad, el agua era muy fría y más salada que en los litorales que yo conocía y el cabo, mojado, después de unos 15 minutos de jalar, era más rugoso y más raspa-piel que el mecate seco y normal.

Para mí, la cosa comenzó hace unos 15 años, cuando estaba con algunos amigos, sentados en la playa de Manzanillo, admirando uno de esos espectaculares atardeceres margariteños.


Luego que el gigantesco disco hizo todo su acto de pocos minutos, desde que su visual inferior "toca" el agua hasta que desaparece majestuosamente en el mar, quedamos contemplando el silencio de los tonos de rosado-naranja, que hace que algunos gringos se sienten en las sillas de extensión y enmudezcan de la emoción con un trago en la mano, como diciendo: "ver esta vaina y morirse...".

Nos fue oscureciendo, mientras hablaríamos de alguno de esos temas trascendentes, cuando comenzamos a oír un rumor confuso de voces hacia nuestra derecha. Parecía gritos a veces, risas otras veces y no lográbamos discernir si era algún llamado de socorro de alguien en peligro o una fiesta en progreso.

Nos fuimos acercando hasta distinguir con precisión las voces, aunque aun no veíamos a nadie.

Entonces nos percatamos que era gente del pueblo que sacaba una red del agua. Nos mezclamos entre ellos y ayudamos a jalar, mientras los excitados pescadores se felicitaban por la captura.

Algunos de ellos, viéndonos la pinta de sifrinos de ciudad, comenzaron con su típico cantaíto margariteño la cordial provocación:

- Bueno, compai, ¿y las cervezas ?... ¿dónde están las cervecitas ?, compai...

El Flaco inmediatamente tomó la seña y se acercó al negocio de la orilla, donde compró unas doce polarcitas.

Mientras bajábamos las birras, los tipos nos recompensaron la ayuda con unos pescaítos de unos 15 cm de largo, con los cuales comimos como tres días, unas 8 personas.

Desde ese entonces quedé con la espinita de sacar de nuevo una red o "jalar un tren" como dicen los pescadores de verdad.

Y cada tarde de esa, en que nos quedábamos en Playa El Agua hasta las 7 u 8 de la noche, siempre yo estaba con la ladilla de irnos a sacar unas redes a Manzanillo. Pocas veces lograba convencer a la gente en estos últimos años y en esas oportunidades no había tren que jalar.

Alguna vez hasta llegué a pensar que íbamos a tener que cuadrar un teatro, especie de "Isla de la Fantasía" para poder quedarme tranquilo.

Esta vez fue distinto. La noche anterior bajamos a Guayacán como a las 8 de la noche, preguntándole a una parejita por un supuesto Chuíto, quien al decir de Juan de Petare, lo había convocado a jalar un tren por la noche.

- ¿Chuíto ????... aquí hay muchos Chuítos... ¿Chuíto, qué ? - me contestó el chamo a la orilla de la carretera y el mar.

- Chuitomarcano... - fue lo que se me ocurrió decir.

Así: Chuitomarcano, como dice la gente de Oriente, con quienes me crié y conviví en mi casa de Petare hasta los 25 años más o menos.

- ¿Chuitomarcano ?.... sera Chuitorramos, porque aquí no hay ningún Chuitomarcano.

- Bueno, pero aquí no iban a jalar un tren hoy ? - continué con la insistencia.

- No, hoy no - me contestó la chama - Anoche jalaron uno, pero no se sacó nada...

- ¿Pero tú estás seguro que aquí no vive Chuitomarcano ?

- No, compai, aquí el que vive es Chuitorramos.

- Ah, cará, debe ser que me equivoqué de pueblo - fue la salida oportuna.

Al día siguiente nos fuimos a conocer unas playitas que se ven desde la carretera nueva Juangriego-La Guardia. Ahí fue que conocí al clan de Julián Hernández, lo cual dio motivo a este pequeño reportaje fotográfico aficionado.

Pesca de Orilla con Tren de Acopio. Isla de Margarita.

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Monday, September 12, 2011

Pesca de Orilla con Tren de Acopio. Isla de Margarita.

Juan Griego, Isla de Margarita, Estado Nueva Esparta, Venezuela.

Agosto 1999.



En esta página he querido contar las actividades de pesca de orilla de mis amigos de Juan Griego: Julián Hernández Martínez, su esposa Evangelista, el Coronel (r) Ernesto Quijada, el Sr. Valentín (84, padre de Evangelista, el único tatarabuelo que conozco), Lanito y Francinet (hija del primero), Vicenta Hernández (prima de Julián), Odalys (nieta), Sulbarán ("el llanero solitario" de Guasdualito, afincado en Juan Griego), Omar (futbolero, colombiano integrado al grupo), Pedro José (sobrino de Vicenta), las morochas Any Rosana (15) y Rosana Any (15, quien hace un año hizo bisabuelo a Julián) y los niños Juliancito (10), William (9), Williani (5), Wirdelis (3) y José Francisco (1), todos nietos del jefe del clán.

Estos personajes son parte de una alegre y animosa pandilla a quienes me topé por primera vez, en Agosto de 1998, en una pequeña bahía, adyacente al Morro, que está por ahí, cerquita del llamado Museo de Taguantar, en la carretera nueva que va de Juan Griego a La Guardia.

Yo tenía años tratando de encontrar gente en la faena de sacar unas redes de pesca del agua o "jalar un tren", como me enteraría posteriormente que se dice en el argot de pesca. Ya hacia quince años, de la primera vez pude acercarme a esa experiencia, una noche en la bahía de Manzanillo.




"Tren de Acopio para Pesca de Orilla", según dibujo del Cnel. Quijada. Longitud aproximada: 180 metros; altura aprox. de Copo: 6 metros; altura aprox. de Manga: 3.5 metros; longitud aprox. de mecate a cada lado de los calones: 50 metros; malla del copo: 3/4 a 1 pulgada cuadrada; malla de las mangas: 1 3/8 a 1 7/8 pulgadas cuadradas; peso aprox. de los Peones de concreto: 2.5 Kgs. Las mallas del copo y de las mangas se compran por kilo y posteriormente se le agregan los accesorios (calones, corchos, plomos, peones, mecates, etc.).

Aprovechando que mis acompañantes se habían entretenido en la venta de artesanías del museo, me bajé hasta la playa para tratar de entablar contacto con la gente que se veía como a unos 500 metros, en el fondo de la bahía, como si estuvieran jalando un tren.

Me acerqué primero al Sr. Valentín y comencé a hacerle preguntas acerca de la pesca.
No llevaba la cámara, ni nada en que anotar, pero me decidí por el acercamiento que le propuso Don Juan Martos a Carlos Castaneda: Si quieres saber sobre los hombres de conocimiento, tienes que hacerte un hombre de conocimiento; lo cual en este caso resultaría en: Si quieres saber sobre la pesca, tienes que hacerte pescador.

Aunque en realidad Julián y los suyos no son pescadores de profesión pues no viven de eso, se ayudan y tienen la veteranía y el conocimiento para sacar, por ejemplo, sus buenos 400 kilos de pescado en un fin de semana. La ocupación principal de Julián, aparte de esa alegre manera de echar vaina y disfrutar de la vida que tienen los margariteños, es la de contratista para trabajos de construcción y pintura (*), con su yerno Lanito, como ayudante.

Ya venían de regreso como unas 15 a 20 personas, con cara de gol en contra, a enganchar el remolque donde transportan el tren de pesca a la camioneta pick-up para regresar a casa. No se había sacado nada. Uno de ellos, quién luego resultaría ser el Coronel (r) Ernesto Quijada me informó que al dia siguiente, temprano en la mañana, estarían en Playa Caribe en el mismo plan.



Listos para "salir a calar", como dicen cuando se sale de pesca. Mariana, mi hija (15), con el remolque del tren enganchado a la pick-up y arriba la balsa de tripas de camión, donde se echa el tren al mar.







Julián (de frente) y Lanito, amarrando el tren a los calones, después de poner ordenadamente el primer mecate en la balsa.









Es necesario cargar el tren, ordenadamente, sobre la balsa, para que no se enrede.














Para echar el tren al mar es necesario levantarlo por la tripas.








Lanito, el buzo, apresta la careta, el tubo y las chapaletas para la tarea de estar pendiente que el tren no se enrede en las piedras; particularmente el copo. Julián y otros empujan, mientras los chamos juegan.





Julián y Lanito, son los encargados de llevar el tren (en el círculo) unos 200 metros mar adentro, mientras Omar se queda con una de las puntas del mecate en la playa.





Después de haber tendido la red, Julián regresa a la playa, como a 100 metros de la primera punta, con la segunda punta del mecate.












Un espontáneo, Julián, Mariana, Odalys, Francinet, Ernesto y hasta el tatarabuelo Valentín jalan el tren.













Por la otra punta jalamos Sulbarán, Evangelista,...


















... Omar, Vicenta y yo (cuando suelto la cámara)...



Jalando el trén.

... hasta que el tren llega a la playa. De un lado Sulbarán y Omar, del otro Odalys. Las dos puntas del tren se han acercado como a unos treinta metros. Las mujeres jalan "la corcha", mientras los hombres jalamos el plomo. Sulbarán y Julián, a cada lado, son los encargados de mantener el plomo bien bajito rozando la arena, para que los peces no escapen por debajo.









Evangelista y Vicenta, de un lado, y Ernesto y el Sr. Valentín, del otro, cuidan de que el tren no se enrede.













La "corcha" y el plomo se cierran.






Esta vez la captura fue de unos 25 a 30 kilos. Algunos peces grandes se vienen "enmallados" en las Mangas, pero la mayor parte viene en el Copo. La pesca menuda se echa de nuevo al mar; incluyendo sardinas de tamaño regular, las cuales sobreviven en un 80 %. Solo se sacó lo que valía la pena, pescados de tamaño mayor a unos 15 cm.





Un carite de unos 45 cms fue directo al brasero de leña, ahí mismo en la playa.






Un pez volador que no escapó al cerco. Al fondo, Vicenta, Odalys y Francinet cuidan que el tren no se enrede, mientras le sacan las algas y los palitos que vienen enmallados. Luego se vuelve a montar en la balsa, para llevarlo costeando de nuevo al remolque.


Si la pesca es grande y vale la pena, se va a buscar la cava para venderle el pescado. El resto se lleva a la casa de Julián, donde se clasifica por especie y se distribuye en "partes". Me di cuenta que la distribución estuvo a cargo de una de las mujeres, quien decidió con firmeza, a quien le tocaba "parte", de acuerdo al trabajo y la dedicación demostrada. A los chamos que flojearon o que se ocuparon mas de bañarse no les tocó "parte". Mientras tanto, los hombres limpiaban el pescado, que Evangelista pondría a la brasa o en el sartén. Las arepas de maiz amarillo acompañaron la comida.

Ah... y las cervezas.




Jalando el tren

(*) Julián Hernández Martínez, El Palito, Juan Griego, Isla de Margarita, Estado Nueva Esparta, Venezuela, Telf. 58 295 253 4117.


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