Friday, May 27, 2011

Galipán

Date: Tue, 22 Jul 1997 17:53:49 +0400 (GMT)
From: Juan Vazquez
To: atarraya@mit.edu
Subject: Galipán.

Nos fuimos en la Wagoneer del flaco, aunque se ha podido subir a pie o en transporte público; dejando el vehículo en el primer puesto de guardaparques: Loma del Viento o Clavelito, nunca me acuerdo bien.

El sitio estaba cubierto de nubes bajas y reafirmé mi teoría de que somos los gochos del centro, porque vivir Galipán es transportarse a cualquier pueblito de Los Andes.

El mismo silencio, la misma sensación de paz, los mismos paisajes, las mismas flores, la misma gente, las mismas costumbres...

(Pulse en la foto con el apuntador digital ["maus" en criollo] para verla mas grande y apreciarla mejor)


Los caminos todos cubiertos de neblina provocaban ese extraño sentimiento de quietud y silencio que se asocia con los colores difusos de las sombras claras.

Los paseantes andaban cada cual en su mundo. Los sembrados de flores y los tonos de verde indistintamente matizados por la luz difusa creaban esa atmósfera de placidez, propia de los paisajes andinos.

Mucha gente caminando, montando a caballo, disfrutando del paisaje y haciendo nada.

La bodega es el centro de la actividad del pueblo, que por cierto no tiene estructura de pueblo, sino que esta formado por unas cuantas casas diseminadas por la montaña. Lo que falta es el miche "calentao" y las arepas de trigo para que sea gochilandia de verdad.

Nos dedicamos a caminar por los alrededores, a comer las tortas, las fresas y los jugos de moras de los puestos de comida de la gente del lugar.

Parte del grupo se animó a subir al Hotel Humboldt, distante su buena hora de camino. Yo andaba medio preocupado, porque eran todas mujeres las que subieron y aunque mi hipótesis es que los malandros son flojos y no les gusta subir cerro, uno nunca sabe.

Estuve pacientemente, durante las dos horas de la espera, pelando con la navaja de excursionista, una rama de árbol; tratando de dominar los nervios que me causaba el hecho que Mariana (13) y Valentina (10) andaban entre las arriesgadas y lo que logré fue tremendas ampollas en la mano derecha.

Luego me decidí por las cervecitas, en la única taguara que encontré, donde las servían. Me las daban de caleta, porque por ahí andaba un guardia nacional; pero lo cómico es que el guardia también tenía una en la mano. Aun así, los dueños del local hacían énfasis en mantener un bajo perfil con lo de las cervezas, porque como es sabido, estábamos dentro del Parque Nacional El Avila.

Vainas del respeto a las instituciones. ;-)

Pero es impresionante como se pierde esa sensación de acatamiento al poder constitucional, cuando se sale de los centros de la superestructura política.

El Flaco (buen caminante), quien había subido a buscar a su hija Carolina (15), llegó como a la hora y media, sin haber establecido contacto con las damas a pesar de haber llegado al hotel. Y es que las picas y los caminos son múltiples y es fácil perderse.

Pero ya, con tres cervezas haciendo efecto de calmante, mis preocupaciones estaban en otra parte.

A Humboldt y Bompland no los vi, pero fue ese día que por primera vez se me ocurrió que podían aparecerse en cualquier momento, en cualquier vuelta del camino, con su indumentaria de exploradores, sus largas barbas llenas de ramitas, sus avíos de naturalistas, su curiosidad europea y su ensimismada conversación de científicos.

Desde San Isidro de Galipán no se ve Petare por supuesto, porque el primero queda en la ladera del cerro que ve el mar, pero, che ;-), igual andaba imaginándome como se sentiría mi pueblo sin mi presencia, ¿viste? ;-)

Juan, desde Petare.

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