Domingo...
Date: 24 Diciembre 2004
From: Juan
To: Centro Excursionista Caracas
Subject: Domingo.
Domingo...
En realidad nuestro Domingo comienza días antes: el Viernes ó el Sábado, con los preparativos del morral. Extraemos del closet el indispensable acompañante de nuestras excursiones con su carga permanente: el poncho impermeable, la gorra, la linterna, las pilas, el mini botiquín de primeros auxilios, el hule de picnic, el rollo de papel sanitario, el silbato, la bolsita de sal, los guantes de jardinería, el tarrito de chimó espantaculebras, la swiss army, etc. Entonces también metemos en el bolso quizás el trajebaño y el paño, dependiendo de la excursión, la camisa extra, unas medias...
Preparamos las botellas de agua potable, y las metemos en la nevera con los sandwiches. Muchos optamos simplemente por las infaltables canillas y el atún "latino". Pero algunos mas sofisticados han sido descubiertos con el queso manchego, el jamón serrano, el salmón fumée y el paté de foie ;-)
Pero volviendo a lo de la comida "latina", me pregunto que sería de la industria enlatadora de atún, sin nosotros los excursionistas.
El Sábado por la noche ajustamos el despertador.
5 a.m.: RIIIIIIIIIING... Botón de "retardo" y a dormir otros diez minutos.
El cepillado de dientes, la afeitada, el baño madrugador, el aseo personal, la doble media, la vestimenta cómoda, los últimos detalles del morral, los cambures por aquello del potasio. La caminata apurada hasta el Metro.
Siempre me voy imaginando todos los procesos de cada uno de nuestros compañeros en sus casas, como viendo una película en múltiples pantallas, con esos mismos preparativos, detalles mas, detalles menos.
Entonces vamos llegando de a poco a la Plaza Altamira. Los saludos soñolientos. Los besos con sabor a la crema humectante de las damas ;-)...
La asignación de puestos en el bus (Estuve casi un año asignado a la "cocina", pero ya he avanzado como 3 puestos hacia adelante. Jerarquías ó derecho de piso, que le llaman)...
El arranque del bus, con algún retrasado corriendo tras nosotros...
La "bajada de mula" de los que no han depositado en el banco el costo de la excursión...
La alegre cháchara, la venta de CD's, franelas, parches, gorras del CEC...
Y así llegamos al sitio de la partida... La sesión de fotos... (Si nos pagaran por estas sesiones de fotos ya seríamos millonarios...)
El comienzo de la caminata a pie: de nuevo la conversación ligera y despreocupada, las primeras subidas, las primeras exigencias a los pulmones y a las piernas.
Y así nos vamos habituando a las cuestas empinadas, al sol, al calor; pero aun es temprano y todavía estamos enteros.
Mas tarde la primera parada, en casi siempre la exuberante vegetación, la selva tropical nublada, el "rain forest" tan admirado por los angloparlantes, los primeros sorbos de agua...
Y es que esos trayectos a lo largo de los frondosos y frescos corredores sombreados de nuestros cerros, es lo que hace que valga la pena todas las incomodidades. El aire entra distinto a los pulmones, la expansión del espíritu que se produce en esos momentos es algo para almacenar en la memoria. Así mismo son esas caminatas por los ríos, donde nos refrescamos el sur de nuestros cuerpos y el intelecto, pero donde tenemos que sacrificar la integridad de nuestras preciadas botas de excursionistas.
Los baños en nuestras cascadas son cosa aparte. El día que por primera vez divisé, entre los árboles, el imponente Chorrerón del Duro, la emoción era indescriptible. No me quedó otra cosa que soltar una extraña risa cuasi-histérica de satisfacción. Luego, el jugueteo en las aguas casi heladas y la falta de oxígeno para respirar, dado el volumen de aire que desplaza la impresionante cantidad de agua en su caída.
Otras veces, cuando no hay río para refrescarnos, con el calor de la media mañana, aparecen los mosquitos, algunos somos atacados por las chivacoas, quizás algunas avispas; el calor aprieta, las camisas comienzan a empaparse. Si llovió la noche anterior hay que andar con cuidado por el barro.
La fila se extiende. Los mas guerreros nos van dejando atrás y en la siguiente parada, cuando llegamos los de retaguardia, los apurados ya están preparando la reanudación de la caminata.
Y así seguimos, llevando sol, empapados en sudor, el aliento se corta con lo empinado de la subida. Uno piensa que esta será la ultima cuesta, pero al llegar a su final, aparece otra y luego otra y más adelante otra, lo cual va acabando con nuestras reservas psicológicas.
Por fin hacemos cumbre. El reposo del guerrero. Cada cual busca su lugar para el almuerzo. El hule en el piso, el agua refrescante, el intenso olor a atún, las bromas y de nuevo la alegre conversa.
Si acaso una hora después comenzamos a bajar. Ahora, además del calor, el intenso sol, el sudor, los mosquitos, las avispas, los abejorros, las chivacoas; en una de esas se hace presente la lluvia. Ahí sacamos los ponchos y a sufrir con el vaporón y la humedad dentro del hule. Generalmente escampa rápido y ahora guardar el hule es complicado, porque se hace difícil doblarlo mojado a la misma forma que tenia antes. Al terminar de doblarlo y enfundarlo de nuevo en el morral, hace su aparición la Ley de Murphy: de nuevo la lluvia.
Y así, después de varios ciclos de lluvia y escampadas, nos decidimos ó a mojarnos ó a soportar el vaporón dentro del bendito hule ó a llevarlo en la mano, por si acaso.
Comienza el sufrimiento con las rodillas, porque además del intenso esfuerzo por la bajada, el terreno resbaloso por lluvia impone cargas adicionales en las piernas.
Y otra vez, pero a la inversa, vemos el sitio de llegada, ahí mismito, pero seguimos bajando y nada. Generalmente los últimos trechos de bajada son particularmente severos por las piedras filosas, irregulares. Ya los pies están sufriendo los efectos de unas ocho horas de marcha y de nuevo las reservas psicológicas comienzan a dejarnos desvalidos.
En algún afortunado momento terminamos de llegar a la taguara de las cervezas y ya las damas se han retocado el maquillaje para este acontecimiento social.
Después de dos o tres birras, ya uno comienza a ver la vida desde otra perspectiva.
El regreso al Metro, las despedidas apresuradas. La vuelta a casa y el baño relajante.
Hay quien dice que los excursionistas somos complicados, que buscamos las satisfacciones elaboradas.
Pero en realidad somos sencillos, porque solo necesitamos estar: quemados por el sol, sudados, acalorados, picados de mosquitos y avispas, atacados por garrapatas y chivacoas; con ampollas en los pies, los músculos acalambrados, las rodillas adoloridas, alguna raspadura en una pierna ó una mano, con brazos y piernas rasguñados por el roce del gamelote y alguna espina clavada en una mano...
para ser felices :-)
Juan
Labels: Centro Excursionista Caracas, domingo, excursión, Venezuela
1 Comments:
Una perfecta descripción de nuestras excursiones.
Te felicito Juan, un relato encantador,de nuestras vivencias de excursionistas...en la retaguardia. Por ahora!
Saludos,
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