Wednesday, January 16, 2019

Un curso de alemán en Viena.




Todo comenzó con las presentaciones. La maestra siempre promueve romper el hielo con los datos personales de cada uno de los integrantes del curso.



De entrada, las miradas de extrañeza sobre mí, de unas jóvenes, quienes luego resultaron ser Gemi (la chica catalana) e Irina (la chica rusa). Me imagino que:

- ¿Pero que hace este señor aquí? ¿Diplomático? ¿Funcionario de la ONU? ¿Empleado de la AIEA u OPEP?

serían las previsibles preguntas intercambiadas sobre mi avanzada edad, en medio de sus meditaciones sobre las órdenes impartidas por Carles Puigdemont y Vladimir Vladimirovich, en sus respectivas misiones en Viena.

Luego las instrucciones de la maestra eran elaborar unos carteles (posters en criollo) sobre nosotros mismos, en grupos de tres. Mis compañeras eran Anastasia (la joven dama griega, ¿lazos quizás con Siritza?) y Yasmin (una joven dama sueca, con conexiones en Londres y raíces en el Medio Oriente).

Cuando yo dije que trabajaba en Importación y Exportación de Maquinaria - clásico oficio de los espías de las películas - se hizo un silencio incómodo.

En el grupo 2, por otra parte, estaba Scherezada, nacida accidentalmente en Moscú, pero hija de un diplomático pakistaní, con Irina, la rusa e Ivo, un holandés, quien probablemente recibió otras órdenes del AIVD y se retiró una semana mas tarde.

En otro grupo estaban: Alejandra, la malagueña de cara sonriente, quien ocultaba hábilmente sus actividades dentro del CNI para quizás pasar información sobre Agurtzane (la chica vasca) y Gemi, la catalana; Imara, la chica húngara, encubría detrás de su tocado de una orden religiosa, parecido a la kipá judía, sus contactos con los descendientes de los Habsburgo, pretendientes al trono del Imperio Austro-Húngaro, vacío desde 1918 y finalmente, Caridad, una dama cubana, esposa de un funcionario de las Naciones Unidas.

Otro grupo estaba conformado por Odalys, otra cubana, para mi también con vínculos con el G2; Manolo, un pretendido murciano con cara de requeté y Paola, una de las italianas, esposa de un diplomático.

Y el grupo 5: Matrioska, la rusita aparentemente inocente; recopilando información bajo órdenes de Vladimir Vladimirovich, Agurtzane, la chica vasca y por último Retti, supuestamente de la Cote d'Ivoire.

Giuliana, la otra italiana del DIS, se incorporaría una semana mas tarde.

¿Cómo vinieron a coincidir este multiétnico grupo de personajes de tan diversas geografías en un mismo salón del Antiguo Hospital y hoy sede del Centro de Idiomas de la Universidad de Viena?. Quizás valga la pena preguntar a las paredes del Café Central, de esta Viena, siempre un nido de espías y de revolucionarios, desde antes de la Primera Guerra Mundial; cuando coincidían en el Café Central juntos pero no revueltos: Tito, Stalin, Hitler, Lenin, Trotski, Victor Adler, Sigmund Freud y otros.

Noté desde un principio que Irina (rusa), Gemi (catalana), Odalys y Caridad (las dos cubanas) se sentaban juntas, cerca de la ventana e intercambiaban miradas de inteligencia con Agurtzane (la vasca). Sobre ellas flotaba un halo, un no sé qué a samovar.

En mi ingenuidad característica, nunca relacioné las tentativas de acercamiento de cada una de ellas hacia mí. Uno de los primeros días, casi por azar (¿?) me vine caminando hasta la estación del U-Bahn de Schottentor con Gemi. Cuando salíamos del AAKH (Antiguo Hospital), nos tropezamos con la pícara mirada de Matrioska en su bicicleta. Días mas tarde, me encontré en la parada del tranvía hacia Schottentor a las dos cubanas y nos vinimos juntos al U-Bahn. Quizás todas pensaban que yo era del SEBIN.

Demasiadas casualidades juntas.

Manolo el murciano, posaba como músico, pero cuando intenté entablar con él una conversación sobre los compositores románticos de Viena, optó por la tangente. Me parecía que evitaba mirar a Alejandra, pero una vez los sorprendí en uno de los recesos (breaks en criollo), azorados murmurando junto a la máquina del café.

Cuando a Manolo le hablé de Von Karajan, me preguntó si ese era un delantero holandés.

Una o las dos damas italianas vivieron algún tiempo en Moscú e intercambiaban algunas frases en ruso con Irina. Y es que en esta Viena de los espías y tramas ocultas, es raro quien hable menos de tres idiomas: generalmente el idioma del país de origen, el inglés y el alemán en aprendizaje; pero también es común el español, el francés, el italiano, el serbo-croata, el ruso, el turco, el árabe, el japonés, el chino, el dari, el urdu, el hindi...

En días pasados coincidí con una joven rusa, enfundada en un elegante abrigo de visón, en una taberna griega donde celebrábamos el cumpleaños de una dama agente peruana y en un lapso de 30 segundos intercambiamos palabras en cinco idiomas: español, inglés, alemán, francés y ruso.

Yasmín permanentemente hablaba en francés con Retti y a veces conmigo. No pude evitar pensar en los remanentes intereses franceses del periodo colonial en África.

Con Sherezada, la rusa-pakistaní, me tocó hacer una tarea consistente en una semblanza de nuestras ciudades de origen respectivas y en su confusión mezclaba recuerdos de Moscú con su infancia en Islamabad. Además se mostró muy sospechosamente interesada en los detalles logísticos de Caracas.

Anastasia, Imara y nuestra maestra austriaca se quedaban unos minutos después de la clase, para quizás hablar de las sucesiones monárquicas de Pavlos de Grecia y de Karl II von Habsburg-Lothringen. ¿O era Anastasia agente de NIS griego?

En este mundo uno nunca se sabe para quien juega.

Todas estas elucubraciones llegaban a mi mente, cuando casi al final de la clase le perdía la pista al rápido hablar de Hannah, nuestra maestra de alemán.


¿Todo imaginación? Me inclino por pensar como Cortázar que: "lo mas seguro es que quien sabe".


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